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¿Por qué ocurren los eclipses?

Los eclipses son consecuencia de la revolución de la Luna alrededor de nuestro planeta, y se producen cuando la Tierra, la Luna y el Sol se encuentran alineados. Existen dos tipos de eclipses: cuando la sombra de la Tierra cubre la superficie de la Luna, se trata de un eclipse lunar; en cambio, cuando la sombra de la Luna cubre la superficie de nuestro planeta, se trata de un eclipse solar.

La órbita de la Tierra alrededor del Sol describe un plano denominado eclíptica, que está inclinado siete grados con respecto al ecuador solar. La Luna, por otra parte, orbita alrededor de nuestro planeta en un plano cuya inclinación con respecto a la eclíptica es de cinco grados. Esto hace que la Luna se encuentre por encima o por debajo de la eclíptica durante la mayor parte de su órbita.

Los puntos en los que la órbita de la Luna intersecta el plano orbital de la Tierra se denominan nodos, y son dos: el ascendente y el descendente. Precisamente debido a que el plano orbital de la Luna no es paralelo a la eclíptica, los eclipses no son un fenómeno frecuente. Sólo cuatro veces al año se da una configuración en la que los tres astros se encuentran sobre una misma línea recta, que intersecta ambos nodos.

Durante la mayor parte de las ocasiones en que la Luna se encuentra entre el Sol y la Tierra durante la fase de Luna nueva, o nuestro planeta se encuentra entre la Luna y el Sol durante la fase de Luna llena, nuestro satélite natural está por encima o por debajo del plano orbital terrestre, lo que evita la perfecta alineación de los tres cuerpos para que pueda producirse un eclipse lunar o solar. La sombra proyectada por la Tierra sobre la Luna, o viceversa, se divide en dos zonas: una central más oscura, llamada umbra, y una periférica, más clara, llamada penumbra.

Eclipses solares

Los eclipses solares se dan siempre durante la fase de Luna nueva, y pueden ser totales (cuando se oculta completamente el disco del Sol), parciales (cuando se oculta apenas una porción del disco solar) o anulares (cuando el disco lunar queda contenido dentro del disco solar, y puede verse un “anillo” brillante a su alrededor).

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Los eclipses solares totales se producen por una singular coincidencia: cuando la Luna esta en su perigeo, es decir, el punto de su órbita más cercano a nuestro planeta, el diámetro aparente de la Luna en el cielo terrestre, que es de medio grado, es prácticamente igual al diámetro aparente del Sol, que es cuatrocientas veces más grande que nuestra Luna, pero está cuatrocientas veces más lejos de la Tierra.

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Esto hace que durante un eclipse solar total, el cielo se oscurezca en pleno día, y sólo la débil atmósfera del Sol resulte apreciable gracias a la ocultación completa del disco solar por parte de la Luna. En cambio, si la Luna se encuentra en su apogeo (el punto de su órbita más alejado de la Tierra) su diámetro aparente en nuestro cielo es menor, por lo cual no alcanza a cubrir completamente el disco solar, y se produce entonces un eclipse anular.

Advertencia

Mirar directamente al Sol puede provocar daños inmediatos, indoloros e irreversibles a los ojos, pudiendo incluso causar ceguera permanente.

Cuando se observa un eclipse solar, deben usarse lentes o filtros con la protección adecuada, o bien emplear técnicas de observación indirecta como la proyección de la imagen del Sol en una superficie plana.

Técnicamente resulta seguro observar un eclipse solar a ojo desnudo SOLAMENTE durante la fase de totalidad, pero se trata de una práctica peligrosa, ya que la mayoría de las personas no están entrenadas para reconocer las fases de un eclipse, que puede extenderse por más de dos horas, mientras la totalidad nunca dura más de siete minutos y medio desde cualquier ubicación.

Eclipses lunares

Los eclipses de Luna se dan siempre durante la fase de Luna llena, y pueden ser observados desde cualquier lugar de la Tierra donde sea de noche.

Los eclipses lunares pueden ser penumbrales (cuando la Luna atraviesa solamente la penumbra terrestre), parciales (cuando sólo una parte del disco lunar atraviesa la umbra terrestre) y totales (cuando la totalidad del disco lunar atraviesa la umbra terrestre).

Un 35% de los eclipses lunares son del tipo penumbral, bastante sutiles y difíciles de observar. Otro 30% es del tipo parcial, y puede verse a simple vista, mientras el 35% restante es del tipo total, los más espectaculares por la gama de colores que pueden apreciarse en el disco lunar.

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Durante un eclipse lunar total, la Tierra impide la llegada directa de la luz solar a la superficie de la Luna mientras ésta se encuentra dentro del cono de sombra de la umbra. Sin embargo, las capas superiores de la atmósfera terrestre refractan los rayos solares rasantes que delimitan la sombra de la Tierra, filtrando la luz verde y azul. Esto hace de la fase total de un eclipse lunar un fenómeno llamativo, ya que la luz difusa refractada por la Tierra baña la superficie lunar con intensas tonalidades anaranjadas o rojizas.

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El astrónomo francés André Danjon estableció una escala para clasificar los eclipses totales de Luna de acuerdo a la luminosidad (L) del disco lunar. De acuerdo a esta escala, se asignará a L un valor de 0 a 4, que dependerá de la apariencia del eclipse:

Escala de Danjon
0 Eclipse muy oscuro, con el disco lunar prácticamente invisible durante la fase total.
1 Eclipse oscuro. El disco lunar presenta un color gris o pardo oscuro. Los detalles de la superficie lunar son difíciles de ver.
2 Disco lunar de color rojo oscuro o rojizo, con una mancha oscura en el centro del disco lunar y más brillante en sus bordes.
3 Disco lunar de color rojo ladrillo, rodeado de un anillo gris más claro.
4 Disco lunar muy claro, de color rojo cobrizo o anaranjado, con la zona exterior muy luminosa.

Si un eclipse se produce tras una erupción volcánica de importancia en nuestro planeta, la superficie lunar resulta más oscurecida debido a la presencia de cenizas volcánicas en suspensión en la atmósfera terrestre, lo que dificulta la refracción de los rayos de luz solar. Por ejemplo, durante el eclipse lunar total de diciembre de 1992, la erupción del volcán del Monte Pinatubo, en Filipinas, hizo que la Luna resultara casi invisible.

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